Llegue a Colombia con mucha ilusión de empezar una vida totalmente diferente. Salí de mi casa cargada de sueños.

Rumbo a lo desconocido, y aunque me dio tristeza dejar a mi familia siendo tan joven, tenía la confianza y la esperanza de que iba a lograr grandes cosas cruzando el océano.

No puedo negar que mis metas en aquel entonces no tenían fechas ni estrategias, pero desde muy niña era consiente del poder de liderazgo que sentía, sin temores al riesgo para poder llevar a cabo cada sueño. Sin embargo, aquí fui aprendiendo que la vida real era otra cosa diferente a lo que yo estaba imaginando estando en casa de mis papás. Aprendí que la vida te pone obstáculos, pruebas para robar tus sueños y apagar la pasión. Empecé a sentir miedo, miedo al idioma español, al cambio cultural, el cambio gastronómico, a estar sola y tan lejos de mi familia y al fracaso en un país ajeno.

Durante mi proceso de adaptación a ese cambio, muchas veces quería tirar la toalla y regresar a mi casa, pero siempre me acompañó una frase que repetía mi papá: “Quien quiere hacer algo encuentra un medio. Quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”.

Mis sueños cambiaron 180 grados cuando me di cuenta de que iba a ser mamá (no estaba en mis planes jajaja), y empezó otra aventura. Eso encendió mi motor para aprender bien el español, terminar mis estudios universitarios y empezar en el mundo del emprendimiento.

Me di cuenta de que mi éxito solo depende de mí, de mi crecimiento personal, del amor y la pasión que pongo en cada proyecto, del entusiasmo que siento caminando cada paso y de la importancia de tomar decisiones.

Fui logrando muchos sueños, y muchos otros por los que debo seguir luchando y construyendo.